Por: Tiare Huízar (Sabiá LDM)
Con el propósito de protestar ante las actitudes machistas que se suscitan en nuestro país, se convocó a una marcha a nivel nacional a todos los ciudadanos que estuvieran hartos de dichas costumbres, el frente del movimiento éramos las mujeres ya que somos las principales afectadas de estas conductas y a las que menos se nos escucha.
Siendo mujeres que practican capoeira no nos quedamos atrás y fuimos convocadas por el Colectivo Camaradagem integrado por mujeres de distintos grupos.
Llegado el día, éramos un contingente mixto con algunos panderos, un berimbau, caxixis, agogós y un reco-reco, además de voces tanto femeninas como masculinas que integraban un coro que respondía fuerte y alegremente a los corridos que cantábamos algunas.
Las voces se turnaban para cantar canciones de nuestra amada arte que tuvieran que ver con la mujer sin denigrarla y coros que podíamos seguir todos sin necesidad de parar la música para enseñarlos.
Yo nunca había asistido a una marcha por los riesgos que implican a los contingentes los grupos radicales, que terminan por arrancar la paz de quienes transitan dentro de la marcha defendiendo su causa. Para mi sorpresa y gran satisfacción, no ocurrió percance alguno que pudiera quitarnos las ganas de seguir caminando con la lona del colectivo en mano y la otra que clamaba lo que bien sabemos todos: “CAPOEIRA, ARTE DE RESISTENCIA PRESENTE” y pintado nuestro emblema, un berimbau.
Además de cantar canciones de capoeira, nos dimos un tiempo para jogar sobre el pavimento si nos teníamos que detener o para seguir avanzando de la forma en la que más nos gusta, había aús, macacos, tesouras, patadas que iban y venían, se dialogaba con el cuerpo al compás del berimbau. Eso alegraba a muchas de las personas que se detenían a mirar lo que hacíamos, algunas intentaron sambar con las chicas, a algunas otras se les movían solos los pies de escuchar retumbar el pandero… Se hizo una fiesta en medio de una lucha, como la capoeira misma.
Me sentía confiada de caminar, marchar junto a algunas amigas y chicas con las que no convivo a menudo pero que estaban ahí por lo mismo que yo y que todos los que ahí estábamos, la violencia en México es nuestro némesis y es lo que día a día nos oprime en esta sociedad marcada por la cultura de siempre querer enaltecer a alguien en lugar de tratarnos todos con respeto. Si bien tardará mucho en darse un cambio, yo creo que el simple hecho de habernos juntado tantos para defender esta causa indica que es posible, que es posible desprendernos de esta moral machista que nos empequeñece a todos y que nos perjudica a diario.
Nosotras (junto con nuestros compañeros y amigos) le dijimos basta a los que no nos toman en cuenta, a los que abusan de nosotras, a los feminicidios, a sentirnos culpables por el acoso, le dijimos basta a los que nos acosan… Tomamos las calles para exigir justicia por nosotras y por todas las que no pudieron ir, por las que no se sienten seguras de hablar, por las que el sistema les ha echado en cara su vestimenta y la hora a la que salieron.
Sí, por primera vez existieron seis horas de paz para nosotras, seis horas en las que nadie pudo cerrar los ojos y taparse los oídos para fingir que a nadie le pasan estas cosas.
Le agradezco a todas por estar ahí, todas merecemos vivir tranquilas.
Porque #VivasNosQueremos, vivas vamos a jogar.
Fotografía: José Eduardo Romero