Por: David Contreras (Prof. Biriba Branca)
Una de las cosas que más recuerdo de cuando tuve la oportunidad de trabajar dando clases de capoeira para niños, eran las preguntas que me hacían luego de las primeras rodas: “¿Quién ganó?”, “¿Cómo sabes quién gana?”. Trataba, entonces, de explicarles que en la capoeira no se trata de ganar o perder, sino de crear y divertirse junto al otro, junto a los otros (porque la roda es mucho más que los dos que están en el centro dando patadas). Al principio, claro, me miraban con desconcierto; les era difícil entender que existiera un juego en el que no hubiera ganadores ni perdedores; en el que no hubiera necesidad de competir para divertirse. Algunos nunca llegaban a entenderlo y, frustrados, rehuían a participar en la roda. Afortunadamente, otros muchos lograban desprenderse de las ideas preconcebidas que la sociedad les había inculcado ya a su corta edad y, con suerte, aprendían esa otra manera de pensar, de ver el mundo, de entender la vida, que es a mis ojos el mayor regalo de la capoeira.
La capoeira tiene un potencial enorme para formar valores y actitudes que son muy importantes para el momento que estamos viviendo y para lo que las múltiples crisis (económicas, ecológicas, políticas, axiológicas, etc.) nos deparan. Es perfecta para transformar mentalidades, pues literalmente te obliga a ver el mundo desde nuevos ángulos: parado de cabeza, cayendo a un puente, girando sobre una mano… En el caso de los niños y su enorme capacidad de aprendizaje, este potencial la hace especialmente valiosa. La capoeira enseña el valor y la importancia de cooperar, de trabajar y confiar en el otro, de construir comunidades, sin por ello suprimir la individualidad, la originalidad. A través del juego los niños aprenden a ser adaptables, a resolver imprevistos de forma creativa —desde sus posibilidades únicas e individuales—, a encontrar constantemente nuevas perspectivas y a mantener durante mucho tiempo más (si no es que durante la vida entera) esa innata capacidad de asombrarse y reinventarse. Enseña libertad. La libertad de realizarte junto con el otro, de llegar a ser, juntos, lo mejor que se puede llegar a ser. Todo esto, claro, además de los beneficios físicos y psicológicos de practicar una actividad tan rica y tan diversa que incluye elementos musicales, deportivos, dancísticos, lingüísticos y lúdicos entre muchos otros.
Enseñemos hoy capoeira a los niños, para que mañana sean adultos felices, libres, creativos, flexibles; cabalmente dueños de sí mismos.
¡Axé!
Fotografía: Archivo LDM