Rompecabezas
“La capoeira es como un enorme rompecabezas de esos que tienen como un millón de piezas pequeñitas que cuando abres la caja y ves el montón de piececitas solo te pasa por la cabeza que va a ser imposible de armar y te quedas mirándolo un largo tiempo sin saber por dónde comenzar…”
Así me sentí aquel día que llegué a tomar mi primer clase de capoeira con CM Rosalinda que en aquel entonces, si mal no recuerdo era algo así como instructora y daba clases en un lugar en la calle de Tokio, cerca de la Alberca Olímpica. Recuerdo que cuando le pedí informes, lo primero que me dijo fue: «Toma la clase y al final te doy los informes.» Acto seguido me indicó donde podía dejar mis cosas y así sin más preámbulos, me encontré en la parte trasera del salón sin una pizca de coordinación intentando mantener el ritmo de la clase y no morir en el intento de terminarla con aliento suficiente para volver a casa. Ya para el final me dolían músculos que ni siquiera tenía idea que existieran y a pesar del cansancio y el hambre, salí del lugar con una gran sonrisa y con la extraña sensación de que acababa de dar el primer paso en un largo y emocionante camino.
Sin darme cuenta habían pasado ya un par de años desde que comencé a entrenar, para ese momento ya no me sentía tan cansado al final de las clases, había hecho un montón de nuevos amigos y me divertía mucho descubriendo qué otras cosas podía hacer con mi propio cuerpo…
“…Después de un tiempo verás montones de piezas de aquel enorme rompecabezas, algunas agrupadas por color, otras por su forma y otras solo porque tienen algo simpático, las patadas de este lado, los rolês por allá y las cosas más difíciles agrupadas por otro lado y quizá te sientas un poco desesperado y te den ganas de devolver todo a la caja y renunciar a la tarea de armarlo. Tómate un respiro, después de todo apenas estarás comenzando a armar las orillas…”
Recuerdo que un día, cuando tenía algo así como tres años y medio entrenando con Rosalinda, llegué a la clase a despedirme y a agradecer por las cosas que me había enseñado ya que no podría continuar con mi entrenamiento por falta de recursos, sin embargo, me sorprendió cuando sonrientemente solo dijo: «Toma la clase y luego platicamos.» Así que le agradecí una vez más y sin saber si sentirme triste o emocionado tomé la clase pensando que sería la última vez que escucharía el son del berimbau, las canciones contándonos la historia de aquella lucha por la libertad y el tambor marcando el ritmo de la clase. Al final me acerqué una vez más a despedirme, ella me dio un abrazo y al salir del salón me dijo: «Nos vemos la próxima semana.» Unos días después, recibí un mensaje suyo diciendo que no dejara de entrenar, que no le parecía justo que alguien dejara de hacer algo que le apasiona por falta de dinero, que ya después encontraríamos la manera de pagar mi entrenamiento.
Fue así que lleno de emoción y muy agradecido volví a la semana siguiente a entrenar, los días pasaban y comenzaba a preocuparme porque no sabía de qué manera pagaría por mi entrenamiento, lo único que podía hacer era llegar puntual y ayudar en todo lo que me fuera posible, poco tiempo después Rosalinda me asignó algunas tareas para mantener la academia limpia, los instrumentos listos para la clase y la roda del grupo, incluso comenzó a ponerme al frente de la clase para que marcara el ritmo a pesar de no ser muy bueno. Habían comenzado a llamarme “Batería” y yo no lograba entender que en adelante ese sería mi nombre de capoeira hasta que un día pregunte a Rosalinda: «¿Cuándo me van a poner un nombre de capoeira?» Y ella entre risas solo me decía: «No sé Batería, algún día.»
“…Sin darte cuenta, después de pasar días, quizá años buscando piezas que puedan unirse entre sí revelando alguna imagen que te resulte familiar, al levantar la mirada notarás que hay varios segmentos armados por aquí y allá, fragmentos inconexos que podrían resultar ridículos comparados con el montón de piezas que aun no logras ordenar y tal vez te sientas abrumado por lo difícil que ha sido reunir esas pocas piezas y así, sin darte cuenta algo mágico sucede y en un momento de inspiración llegada de quien sabe dónde en tu interior, comienzas a entender como unir cada vez más piezas, vas dando pasos cada vez más grandes y algunos saltos que te llevan a encontrar la conexión que hay entre esos pequeños segmentos que ya tenías armados…”
Casi siete años habían pasado… en aquel entonces comencé entrenando una sola vez por semana y ahora no hacía otra cosa más que entrenar, tomaba dos o tres clases todos los días, no me perdía ni una sola roda y trataba de estar en todas las presentaciones, exhibiciones y eventos del grupo, y a pesar de no ser muy bueno, hacia un par de años que Rosalinda había comenzado a pedirme que diera el calentamiento, después comencé a ayudar en la clase para niños y eventualmente, a pesar de seguir siendo medio chafa, también comenzó a encargarme que cubriera sus clases cuando ella no podía asistir. Para ese momento, la capoeira se había vuelto mi mundo y aunque aun me sentía nervioso cada vez que me tocaba dirigir alguna clase, estaba decidido a ir cada vez más lejos y perseguir un sueño, quería hacer de la capoeira mi forma de vivir.
“…Si en alguna ocasión has intentado armar un rompecabezas tan grande, seguramente habrás pasado más de una vez por momentos de frustración al pasar días enteros sin lograr ensamblar una sola pieza. Entrenas y practicas hasta el cansancio algún movimiento y parece que en vez de mejorar, cada vez te sale peor, entonces inevitablemente habrás llegado a pensar –debería dedicarme a otra cosa, esto no es para mí, soy rechafa y nunca avanzo– y un día, sin darte cuenta, te sorprendes poniendo piezas por todos lados y agrandando cada vez más la parte armada de tu rompecabezas mientras que en medio de la roda estás haciendo el maldito macaco que dejaste de intentar meses atrás porque cada vez te salía peor…”
En 2008 cumpliria ocho años de haber comenzado a hacer capoeira y LDM estaba por celebrar su decimo aniversario, ese mismo año también tendría la oportunidad de recibir el grado de instructor, pero había algo pendiente por hacer antes de comenzar a festejar, tiempo atrás me había hecho la promesa de viajar a Brasil antes de serlo y el tiempo se estaba terminando, era hora de viajar.
El viaje a Brasil fue toda una aventura, salí de casa un día por la madrugada y después de varios vuelos de conexión aterrice en el aeropuerto de São Paulo un jueves por la mañana, tomé el camión que me llevaría a la plaza donde me esperaban algunos compañeros de LDM, entre ellos estaba M Cigano quien abrió la puerta de su habitación aun medio dormido y con cara de sorpresa al verme parado frente a él en el pasillo del hotel, dijo un poco alarmado: «No puede ser, me quedé dormido, pinche Batería qué haces aquí, cómo fue que llegaste, deberías estar en la plaza esperándonos, ¿qué hora es?» No pude evitar reír por su expresión al creer que me habían olvidado en la plaza y que ya era muy tarde, pero en realidad mi vuelo había llegado casi dos horas antes y como era el único pasajero en el camión del aeropuerto, el chofer decidió que era buena idea llevarme hasta la puerta del hotel. Una vez reunidos, nos dirigimos al evento más grande que he conocido hasta ahora, el Capoeirando, organizado por M Suassuna en un lugar llamado Ilhéus en el estado de Bahia. Durante el evento tomé todas las clases que pude, entré a jugar en todas las rodas que había y disfruté la comida como nunca.
Después del Capoeirando, viajamos a la ciudad de São Salvador Bahia, y pude conocer varios lugares importantes dentro de la historia de la capoeira y que se vuelven casi mágicos a través de las historias contadas en las canciones y las rodas de capoeira. Los días fueron pasando y después de disfrutar unos días en aquél lugar volví a São Paulo para pasar los últimos días del viaje entrenando en la academia de un grande amigo M Coruja.
“…Al pasar el tiempo, habrás pasado muchas horas armando el rompecabezas, teniendo días buenos en que logras poner muchas piezas en su lugar y otros en que no lograras colocar una sola, pero lo importante ya no será la cantidad de piezas que coloques si no cuanto disfrutas haciéndolo y cada vez que parezcas estar atorado podrás tomar un respiro y a la vuelta de los días comenzaras a colocar más piezas y tendrás una imagen cada vez más amplia de lo que es la capoeira…”
Habían pasado un par de años desde que estuve en Brasil y tuve la oportunidad de entrenar con M Poncianinho en su primera visita a México en 2010. Al llegar al evento, note que M Poncianinho me miraba con curiosidad y cuando me acerqué a saludarlo, dijo como intentando recordar algo: «A tí ya te conozco, pero no logro recordar de donde». Ni bien había terminado de decirle que nos habíamos conocido casi tres años atrás en el Capoeirando en Brasil, saltó del banco en que se encontraba sentado y me dio un fuerte abrazo lleno de alegría, en verdad me sorprendió mucho que me recordara, después de todo, en Brasil solo cruzamos un par de palabras, era casi como si se tratara de un gran amigo al cual hace mucho no veía.
«…Quizá después de muchos intentos decidas dejar el rompecabezas inconcluso, quizá la curiosidad te lleve a poner una pieza más cada que lo miras… sea cual sea el caso, si miras con atención aquel reguero de piezas y fragmentos armados, seguramente notaras que está lleno de imágenes de buenos amigos y bellos recuerdos de incontables aventuras que has vivido al son del berimbau… «
Mucho tiempo ha pasado desde que abrí la caja de este enorme rompecabezas y he tenido la fortuna de conocer muchas personas maravillosas que se han vuelto fuente de inspiración y un motor en mi vida para seguir sonriendo y a quienes les agradezco infinitamente por brindarme su amistad y su confianza, M Acordeón, M Poncianinho, M Cigano, CM Rosinha, CM Denis y la lista podría volverse muy larga con toda la galera de LDM y amigos de otros grupos.
Hoy, dieciséis años después de haber comenzado este camino, me encuentro aun sin saber exactamente como se verá el rompecabezas terminado y quizá nunca logre verlo por completo, pero se que vale la pena seguir buscando la siguiente pieza que encaje en su lugar…
«…Y aunque las piezas parezcan no tener fin, la siguiente que coloques siempre puede ser el primer paso del resto del camino…»
Este soy yo, Marcos Fernández “Batería”, profesor de LDM y esta es parte de mi historia…
¡Axé!