Por: Juanjo González Tartaruga LDM
Escolhi a capoeira
porque ela me escolheu
Olhei pra ela, ela sorriu
e naquele instante me acolheu
Eu sou movido pela capoeira
Eu sou movido pelo berimbau
– Grupo Capoeira Nago
Julio 2013
Mi nombre es Juan José, mi Mestre me llama “Tartaruga” y la mayoría de mis amigos me llaman solamente Juanjo. Soy uno de esos afortunados a quien la capoeira no solo le cambió la vida, sino que se convirtió en la vida misma y me dieron la oportunidad de contar cómo sucedió. Ya había escrito algunas de estas vivencias y las he resumido en tres partes. La primera cuenta cómo llegué a la capoeira y es el ensayo que escribí para recibir mi cuerda amarelo-azul que sigue sosteniendo honrosamente mi abadá:
Estaba en el inicio de mi segunda carrera, era el año de 2008. Habían pasado casi cinco años desde la última vez que estaba involucrado en ser aficionado a alguna actividad que me diera algo más que lo que te da el trabajo, la escuela o alguna otra responsabilidad familiar o moral. Una de las enseñanzas más importantes que mi padre nos inculcó es enriquecernos con actividades que van más allá de ese tipo de responsabilidades.
Los fines de semana y vacaciones eran dedicados religiosamente a la familia, los amigos, pero sobre todo al encuentro personal haciendo algo que me gustara y/o me hiciera de algún modo una mejor persona. Cuando era niño, esta enseñanza me llevó a los Scouts. Una actividad que tuvo influencias formativas en lo que respecta a la moral, mis principios e interés por el entorno. Me hacía feliz, me enriquecía y me divertía haciéndolo. Dieciséis años después, la ambición y corrupción se habían apoderado de los intereses del movimiento y preferí alejarme para no volverme parte de ello. Quedó un hueco en mi vida, un hueco que pensé que nunca iba a poder reemplazar o mejorar.
Cuando eres un adulto joven y se presentan cambios importantes, como estudiar una segunda carrera universitaria, despierta tu consciencia detectando que otras cosas no están tan bien como quisieras y fue cuando me di cuenta que mi vida era muy sedentaria, que había descuidado mi salud y que sería conveniente hacer alguna actividad física. Nunca fui muy adepto a hacer deporte de manera habitual pero solía coquetear con actividades como campismo, escalada, rappel, senderismo y en su mayoría actividades al aire libre. De pequeño intenté con el karate y más recientemente con el wu-shu pero no lograron cautivarme. Analizaba mis opciones para hacer actividades deportivas y descarté fútbol, voleibol, gimnasio y tae kwon do hasta que me enteré, gracias a una exhibición, que se impartían clases de capoeira en la universidad.
Recuerdo haber visto a algún grupo en el centro de Coyoacán, es muy probable que ya hubiese leído algo porque ya tenía conciencia de que era una “lucha disfrazada de baile”, que tenía elementos marciales, espectacularidad acrobática y desde luego que su origen se remite a Brasil. Lo que más llamó mi atención de esta exhibición fue la música. Noté que quienes dictaban la manera de hacer la capoeira era esta extraña orquesta y sentí mucha curiosidad por entender cómo se hacía ese ensamble. Siendo un melómano entusiasta y un músico frustrado que siempre está conociendo música de todo tipo no podía quedarme con las ganas de saber más.
Me animé a pedir informes y presentarme a mi primer clase que tomé con Rosalinda. Confieso que la pasé muy mal, que me costó mucho trabajo y que mi falta de condición se hizo notar desde el calentamiento. Esto se repitió los siguientes cuatro meses en los cuales cada vez que me entraba la pereza de entrenar mientras flojeaba en los pasillos, desde algún rincón aparecía la maestra con una presión involuntaria que hacía que simplemente me levantara y me fuera a entrenar.
No pasó mucho tiempo para agarrar un gusto especial al entrenamiento. Te empiezas a sentir mejor, los movimientos fluyen, la música te empieza a mover de maneras que solo entiendes cuando está alrededor y como con la mayoría de las cosas que me gustan, resolví involucrarme de lleno. De ese modo me convertí en el alumno entusiasta que promovía las clases en la escuela, invitaba a sus amigos y hacía todo lo posible por no faltar.
Rosita tiene el encanto de ser exigente y dictar una clase físicamente demandante, siempre encuentra la manera de potenciar las capacidades de sus alumnos y empezó a preparar a un grupo pequeño pero que avanzaba con firmeza. Para mi segundo ciclo, ella se presentó con la sorpresa de que estaba embarazada y para entonces ya asistía regularmente a las rodas y empezaba a involucrarme más en asuntos del grupo. Conocí a Adolfo el ciclo en que ella pidió ser reemplazada por que se cruzaría con la llegada del bebé.
Cigano tiene la cualidad de enamorar de la capoeira a cualquiera que le interese lo suficiente. El beneficio físico y los sólidos fundamentos que había cimentado Rosalinda fueron reforzados y condimentados por las enseñanzas de mi maestro quien sin duda es una de las personas más calificadas para difundir y promover este arte.
Foto: Lalo Ochoa
En ese entonces se celebraba el 10º aniversario del grupo, que fue también el primer Encuentro Nacional de Capoeira al que pude asistir y en el cual también fue mi batizado. El poder conocer, convivir y compartir con toda esa comunidad fue lo que me hizo entender que esta sería la actividad que no solo iba a sustituir a los Scouts, sino que además me iba a permitir desarrollar muchas otras cosas que quizá nunca hubiera logrado haciendo otra actividad.
Concluí entonces que más allá de la parte física, la música y el fuerte elemento cultural que tiene la capoeira, el enfoque del grupo es difundir esta expresión cultural bajo una visión y una finalidad que se define en: “Lo que hacemos es arte”.
Lo siguiente era entrenar. Estar presente y activo en las diligencias que podían hacer mejor la finalidad de todas estas personas que compartían conmigo. Aprender la música, la cultura, el idioma y todas las cosas que componen al arte de luchar sonriendo. Un adicional es que obtuve la oportunidad de participar dando un poco de mi conocimiento profesional apoyando en cuestiones de tecnología e internet para el grupo. Así ha sido desde entonces, procurando siempre hacer todo dando un poco más.
Como melómano y amante de las cosas que pueden darle enriquecimiento a tu esencia entiendes que algo como la capoeira tiene una plenitud interdisciplinaria que te permite mejorar muchos aspectos personales, culturales y hasta intelectuales. También, aumenta tus capacidades sensibles y sobre todo, que esto se hace en un ambiente donde la camaradería, la convivencia y el trabajo en equipo son personajes principales. Si a todo lo anterior le agregamos el hecho de que la capoeira es una fiesta donde te diviertes, haces amigos y sobre todo encuentras la capacidad de liberar muchas cosas que pudieron estar cautivas dentro de ti y que nunca imaginaste lograr, es fácil declararla como mi segunda forma de vida.
Foto: Echery Salmerón
Casi seis años después me doy cuenta que los resultados son inminentes. Estoy más sano, más contento, cuento con excelentes amigos, disfruto el gusto de poder hacer algún movimiento, participar en una roda, tocar cualquier instrumento y cantar en un idioma nuevo.
En este momento en que tengo la oportunidad de comprometerme más con mi grupo, mi capoeira pero sobre todo conmigo mismo, aún no estoy seguro hasta donde quisiera llegar. Pero tengo la ilusión de poder estar haciendo esto el resto de mi vida y desde luego que me encantaría poder compartir lo que he aprendido con alguien más. Estoy seguro de que va a pasar, pero ¿cuando?… Eso solo lo dirá el tiempo.
Hoy solo quiero jugar, disfrutar y cantar mientras me siento libre.
Foto: Ana Roiz
Y hoy, estoy enviando esta historia desde Río de Janeiro en Brasil, lugar al que llegue Movido por la Capoeira y donde el resto de mi vida continúa después de un largo camino y una increíble aventura que solo es “El final que da pie a un nuevo inicio”.
¡Axé Wowa!
Continuará…
¡Me encantó la nota Tartaruga!
Quedo ansioso a la espera de la siguiente parte.
Un fuerte abrazo.