Por: Ana Roiz (Prof. Lua Bonita) y Leticia Flores (Prof. China)
Nació como Joseph Augusto, aunque desde pequeñito lo llamaron Gugu… Su nombre de infancia trascendió barreras y llega hasta el día de hoy, en el que solo mencionarlo es sin duda sinónimo de sonreír y contagiarse de alegría.
Conoció este mundo en el distrito de Belavista en São Paulo y creció y vivió en Vila Buarque, cerca de la Plaza de la República. Dona Nana es su madre biológica, pero Gugu asegura tener otras madres también…
Todos los días, intenta retribuir el amor que lo rodea a todo aquel con quien comparte la vida. Es un hombre multifacético, pero su esencia trasciende. La capoeira es aguja e imán de la brújula que guía su camino, y no por eso deja de ser hijo, hermano, padre, tío y amigo.
Gugu ‘capoeirista’ se considera alumno. Esta denominación lo hizo reflexionar sobre lo que la capoeira significa para él. Tal cual afirmó Mestre Pastinha “Capoeira é todo o que a boca come”, él es consciente no poder desvincularse de ella ni pretender hacerlo. Es complicado pensar en un Gugu que no hace capoeira.
Comenzó su practica con Mestre Miguel Machado cuando tenía seis años y en abril de 1992 recibió su primera graduación. Después, continuó entrenando con Mestre Paulão, que también fue alumno y formado de M. Miguel Machado. Mestre Paulão fue reconocido como Mestre por M. Ananias, que también fue considerado por Gugu como un padrino en la capoeira.
Piensa que de los más viejos es el más nuevo y de los más nuevos es el más viejo e intenta transmitir lo que hasta ahora ha aprendido; es una gran responsabilidad que asumió desde la adolescencia.
Para Gugu, la capoeira es un lenguaje universal, un arte que dialoga con todas las culturas, que las une y que termina enriqueciéndose de ellas.
Es un representante de la cultura afroindígena brasileña; comenzó a dar clases y después entró a un grupo folclórico con el que participó en un espectáculo llamado Odara, Tradiciones y Costumbres de un Pueblo. Ahí, aprendió y experimentó las capacidades de su cuerpo a través del lenguaje de la danza.
Gugu ‘bailarín’ no sabe describir lo que pasa en él cuando la música le llega al corazón… son varios sentimientos, varias atmósferas construidas. No sabe quién danza, si su cuerpo o su alma… solo deja hablar a su cuerpo.
Gugu ‘músico’ refleja otro trance mítico y de transformación, que le permite contactar con sus ancestros. Para él la música es una manifestación de la libertad, de su pueblo y de su cultura.
Tuvo que aprender a vivir consigo mismo ya que su mundo se expandió, tanto así que algunas veces le resulta difícil y doloroso pensar en aquellos que ama. Sus hijos, su compañera, su madre, sus hermanos… Va de un lado a otro llevando y dejando saudades en el camino. Para él, lo más complejo es tener que estar lejos, tener que optimizar el tiempo en un mundo que va tan de prisa.
Encontrarse consigo mismo lo ha hecho volverse exigente, querer hacer bien las cosas. La búsqueda de la perfección lo ha llevado infinidad de veces a cuestionar qué está haciendo y qué motivo lo llevó a hacerlo.
En su mundo, es posible ser feliz a pesar de las nostalgias ya que para él, la sonrisa es el combustible que lo mantiene vivo y algunas veces le ayuda a engañar al dolor. Le gusta exteriorizar lo que siente “Si quiero reír, río. Si quiero llorar, lloro.” El énfasis que hizo al decir que nuestra misión en el mundo es transmitir y dar amor, le da coherencia a todo lo que hace, a cada minuto.
¡Axé!
Excelente nota sobre un excelente artista, qué privilegio que lo hayamos tenido por aquí.