Por: Rosalinda Pérez (CM Rosalinda)
Cuando pienso en niños lo primero que me viene a la mente es jugar, descubrir, sorprenderse, divertirse. Es bajo estos términos que he asumido la enseñanza de la capoeira, para esta maravillosa etapa de la vida.
Comencé a trabajar con ellos hace aproximadamente catorce años y todavía no dejo de redescubrir la vida a través de sus ojos. Me encanta que, ya sea en México, Brasil o Estados Unidos (lugares en los he impartido clase a niños), no hay en ellos medias tintas y son un ejemplo de franqueza absoluta. Un niño te demuestra con abrazos y sonrisas que le gusta la clase o te dice de frente: ¿Y cuándo vamos a empezar a hacer algo que no sea aburrido?
Dar clases para niños ha sido para mí un gran reto y un fascinante aprendizaje, lleno de aciertos y errores, porque aprendí experimentando… Es como cuando tienes un hijo, y ya que está en tus brazos te preguntas ¿Y el instructivo? ¿Por qué no me lo entregaron? Y es entonces cuando hay que hacer uso de la intuición y la creatividad para salir adelante.
Llevaba tres años impartiendo clases para adultos y todavía no había nadie que se animara a dar clase a niños sin desesperarse, porque es un reto captar su atención y que aprendan algo… la curiosidad los distrae a cada momento y eso puede convertirse en una locura; sobre todo porque la clase nunca estuvo planteada con la idea de una disciplina tradicional, donde alguien dicta órdenes y los demás obedecen, creemos en la disciplina que se genera porque existe placer por aprender, no mediante la imposición y eso es lo que fomentamos.
Para ese momento, en México si alguien hablaba de capoeira preguntaban ¿Capo… qué? Imagínense para los papás, que era a quienes tenía que convencer de que este arte valía la pena para sus hijos. La literatura en relación a la enseñanza de la capoeira era prácticamente nula y ni qué decir en relación a los niños. Quise abordar este espacio de enseñanza simplemente porque adoro divertirme con ellos y como amante de la capoeira, soñaba con una generación en México, que descubriendo las habilidades corporales, musicales y creativas de este arte desde temprana edad, se volvieran excelentes capoeiristas, personas creativas, que disfrutan lo que aprenden y llevan esto a cualquier ámbito de la vida.
Nos ha llevado años construir una comunidad de niños y niñas dentro de LDM, fue necesario formar al gran equipo que actualmente trabaja con esos pequeños malandros, que cada clase nos contagian su alegría, nos comparten sus logros y nos motivan a seguir jogando con ellos muchos años más…
Fotografía: Eduardo Ochoa Prof. Lalodonte.